¿Cómo ponerle fin a
patrones destructivos en la relación matrimonial? uno muy común: es tratar de
“arreglar” a un ser querido con la excusa de amarlo. Pero generalmente nuestros
esfuerzos por salvar a las personas que amamos muchas veces agravan el problema.
Saber cómo manejar las
relaciones enfermizas no es suficiente; pero si es importante identificar señales que indican que estamos
inmersos en una relación enfermiza para luego hacer un cambio radical.
Si seguimos con estos tipos de conducta, nos quedaremos
atrapados en este tipo de relación
enfermiza al tolerar el abuso y el
maltrato, a las amenazas o al caos, guardar secretos y excusar a la otra
persona que nos daña en todos los aspectos, mentirse a sí mismo o mentir a los
demás para justificar la mala conducta
de la otra persona.
Generalmente la tendencia es justificar y errar los ojos a
una conducta irresponsable de la pareja, permitiendo que se convierta en una
adicción y dependiente, o cae en el extremo de sacrificarse una y otra vez para
ocultar los errores de nuestro ser querido.
También en este tipo de relación enfermiza es fácil caer en una conducta complaciente al ceder a
las exigencias de la otra persona al manifestar una conducta violenta, complacer los caprichos de esa
persona insensible y egoísta, o aceptar la culpa por algo que usted nunca hizo
son señales inequívoca que usted está involucrada en este tipo de relación enfermiza.
El punto decisivo en una relación enfermiza comienza cuando
la persona se da cuenta de que está cansada del trato que recibe, y es capaz de
decir: “Te amo, pero ya no puedo más seguir haciendo las cosas de esta manera.
Algo tiene que cambiar”.
Como cristianos, queremos y debemos practicar el amor incondicional.
Pero ¿cómo podemos hacerlo sin facilitar o perpetuar el abuso de nuestro
cónyuge? Poner la otra
mejilla no significa tolerar que abusen de uno. La conducta de otras personas
no es responsabilidad nuestra. A veces, amar significa Decir que no, y
establecer límites que honren lo que es santo y bueno, permite que una relación
sane. Sin embargo, muchas veces el temor nos paraliza, al pensar en las
consecuencias que sufrirá la otra persona: bancarrota, resentimiento, o incluso
suicidio.
No estoy diciendo que debemos ser desconsiderados;
pero tenemos que dejar en las manos del Señor a las personas que amamos, en vez
de seguir tratando de arreglarles la vida, manejar sus asuntos, o rescatarlas.
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